miércoles, 20 de enero de 2016

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El día que llegó a casa de Beatrice lo pasó sentada en la cama, con una libreta, un lápiz en la mano( a los niños no les dejan usar boli porque creen que lo que sienten no es permanente) y una mochila con un pijama. Beatrice le preguntó a la mujer que le había traído que porqué no hablaba, ella respondió que era tímida.  Beatrice sonreía mucho, aún lo hacía. Cinco años atrás, la desconocida señora Candice había dado a luz a esa niña de pelo negro y ojos grises que tenían delante, nadie se atrevería a asegurar la fecha exacta. La niña sin cumpleaños.
Dos años atrás había aparecido jugando con un llavero en la puerta de una clínica de adopción con una bolsa pequeña  de ropa vieja, todas las etiquetas marcadas con el nombre de May Candice. El psicólogo que contrató su madre de acogida cuando la niña llevaba un mes sin hablar le preguntaba que le parecía la casa, que le parecía Beatrice, qué le gustaba de estar allí. Un día le preguntó si quería volver a casa.
-¿Casa?
Ese fue el día que recuperó la voz.

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