domingo, 31 de enero de 2016

XI


Dos años después de la muerte de Lucy, June dejó la casa de Beatrice para ir a la universidad, esa fue la segunda y última vez que la vio llorar. Sentada en el césped del campus la vida humana le parecía pequeña y el mundo demasiado grande, su vida era menor que una brizna de aquella hierba que arrancaba inconscientemente mientras escribía, quizá esa hierba siguiera allí cuando ella se fuera. Pensaba en la gente que cae, quizá ellos eran los únicos cuerdos, que entendían que su vida era diminuta en el mundo, y no pudieron aceptarlo; o quizá no, quizá solo eran almas débiles. Una sombra la asaltó, levantó la cabeza y vio al culpable, un chico que le sonreía desde las alturas . Por alguna razón pensó que ella no era tan pequeña, o sí lo era pero no le parecía mal. Tal vez todos lo entendamos en algún momento de nuestra vida, la insignificancia de nuestra existencia, quizá el éxito no está en ignorarlo, en intentar no caer, sino en pensar cómo vas a frenar tu caída. Puede que lo malo no sea caer, sino pensar que tu vida acaba al tocar el suelo. Solo vivismo un momento , sí, pero es el nuestro.
El chico le preguntó su nombre. June pensó en Lucy, que estaba repartida por el mundo y sentía hacia los demás el amor más grande y puro que es capaz de imaginar; en Beatrice y las arrugas que tenía en las comisuras de los labios de sonreír, incluso cuando no había motivo para ello; en Dan, que se atrevió a abrazar el amor, sabiendo que podía ser no correspondido; en su madre, que escribió su nombre en todas las etiquetas de su ropa y la dejó en la puerta de una clínica de adopción en vez de un orfanato. No sentía repulsión ni miedo había la gente que caía, no les reprochaba nada. Le dijo que se llamaba May, él le preguntó que cómo estaba, el mundo se paró un segundo, el tiempo exacto que tardo en darse cuenta de que nadie nunca le había preguntado eso, le sonrío, sabia exactamente qué decir y no estaba asustada de su respuesta:
-Cayendo.


miércoles, 20 de enero de 2016

X

El día que llegó a casa de Beatrice lo pasó sentada en la cama, con una libreta, un lápiz en la mano( a los niños no les dejan usar boli porque creen que lo que sienten no es permanente) y una mochila con un pijama. Beatrice le preguntó a la mujer que le había traído que porqué no hablaba, ella respondió que era tímida.  Beatrice sonreía mucho, aún lo hacía. Cinco años atrás, la desconocida señora Candice había dado a luz a esa niña de pelo negro y ojos grises que tenían delante, nadie se atrevería a asegurar la fecha exacta. La niña sin cumpleaños.
Dos años atrás había aparecido jugando con un llavero en la puerta de una clínica de adopción con una bolsa pequeña  de ropa vieja, todas las etiquetas marcadas con el nombre de May Candice. El psicólogo que contrató su madre de acogida cuando la niña llevaba un mes sin hablar le preguntaba que le parecía la casa, que le parecía Beatrice, qué le gustaba de estar allí. Un día le preguntó si quería volver a casa.
-¿Casa?
Ese fue el día que recuperó la voz.

IX

Beatrice no dejó de llorar durante tres días enteros cuando su hijo se fue de casa con dieciséis años, reclamando vivir su vida y estrenar su libertad, gritando que aprendería por su cuenta y que quería conocer mundo. A June le hubiera gustado explicarle que el mundo no se acaba en la punta de los dedos de sus pies y que el peso de este iba a hacerle caer, la ley de la gravedad. Pero calló, le dio un abrazo y le dijo adiós, siempre había sido muy buena mentirosa. Esa noche fue la única que Beatrice no le preguntó qué escribía, esa noche June quería decirlo:
-Escribo sobre el amor y la gravedad.

domingo, 17 de enero de 2016

VIII

June odia cuando la gente dice que el amor es bonito, el amor es fuerte, es real, es grandioso. El amor puede hacer que hagas cosas extraordinarias, puede salvar vidas, pero también puede acabar con ellas. El amor puede ser cruel, engañoso, sucio. Gracias a este hay canciones, películas e historias increíbles, por su culpa hay matanzas y guerras. El sentimiento más controvertido y ambiguo, más deseado y temido. Puede ser bonito enamorarse, puede ser bonito hacer el amor, puede ser bonito querer y que te quieran, pero el amor no es bonito. Nos empeñamos en convertir al león en un gato domesticado.

VII

Lucy siempre quiso más a los demás que a ella misma, si le hubieran dicho que debería escribir sonetos ella hubiera perdido noches aprendiendo; si alguien le hubiera dicho que le haría feliz si sacara mejores notas o si tuviera el pelo de otro color, ella su hubiera vuelto loca por conseguirlo. Ojalá alguien le hubiera dicho que la quería así, que la quería simplemente siendo Lucy. June siempre pensó que ser Lucy era extraordinario.
Supuso que se tiró del rascacielos el día que descubrió que jamás iba a conseguir ser amada por todos. Había un trocito de Lucy en cada uno de nosotros y cuando vio que no podía reunirlos todos, creyó que jamás podría amarse a sí misma. Lucy siempre fue un puzle a medias. June se preguntó cómo no había visto a Lucy cayendo, quizá se creía mejor exploradora de lo que era en realidad.

miércoles, 13 de enero de 2016

VI

Un año y treinta y tres días después del funeral, June fue a la playa con Dan, se habían visto a solas cinco veces. El sol les decía que se apresuraran, que él les iba a abandonar; la luna ya se erguía coqueta, todos los astros querían ser testigos. Él la observaba en silencio, ella reía sin mirar. Las olas apagaban el sonido de su risa y los gritos de las gaviotas que les sobrevolaban inquietas. Imaginaba qué pensarían las nubes de ellos. Dan le cogió la mano, ella lo miró, él le preguntó si le quería, ella pensó en la fuerza de las palabras.
-No.
El sonido de la playa se aferró a su alma para siempre. Volvió a mirar las nubes, Dan se fue. Las dejó a solas, a la luna y ella, le cayó una lágrima, fue una noche de luna llena.

V

Nunca se planteó ayudar a Lucy, cuando la encontró llorado en el baño, tan solo la calmó, la vio bajo la tormenta, y en vez de dejarla pasar para resguardarse, le había dado un paraguas, y al final le había alcanzado un rayo. Nunca se quiso reconocer a si misma que lo que de verdad le daba pánico es que su techo no fuera capaz de cobijarla a ella misma. El día del funeral llenó media libreta de letras vacías, se maravilló de lo poco que podían decir muchas palabras. Puedes usar mil letras y no decir nada, puedes usar una palabra y destruir un mundo, salvar a alguien, empezar algo, o acabarlo.

domingo, 10 de enero de 2016

IV.


Lucy murió dos meses después, en su funeral, June vio a un chico, más bien un niño vestido de responsabilidad y cordura, escribiendo febrilmente. Le pregunto que qué escribía, él le respondió que le ayudaba poner su pena y su incredulidad en una historia, ella se preguntó cuantas libretas harían falta para salvarla de la caída.

III.


La noche que celebró sus dieciséis, su casa se llenó de gente , de música y de risas, la casa de los Hall. Los llantos de Lucy, tirada en el suelo del baño, solo se oían cuando estabas dentro y cerrabas la puerta alejando el ruido vacío de fuera. June la encontró, le preguntó qué pasaba, su amiga dejó de llorar le sonrió, pero sus ojos ni siquiera esbozaron una sonrisa de cortesía.
-No siento nada.
Ella la abrazó, le hubiera gustado decirle" ¿No lo ves Lucy? Estás cayendo, ¿Qué se siente?" pero tan solo la consoló. Tenía demasiado miedo a la respuesta. Se preguntó cuánto haría que la caída de Lucy había empezado.

domingo, 3 de enero de 2016

II.


June se consideraba una exploradora, le gustaba observar, su especialidad era la gente que caía. Cuando sus ojos aún no habían visto más de dos mil amaneceres y sus manos aún no alcanzaban al estante de las galletas le preguntó a Beatrice que porqué su madre la había dejado.
-Estaba cayendo.
June se imaginaba a su madre, un rostro sin cara , sin magia, sin vida, cayendo desde el rascacielos más alto de Nueva York  en una noche fría de luna llena. Se preguntaba si su madre también la imaginaría a ella. El día que su cabeza alcanzó la mirilla de la puerta entendió que hay diversas formas de caer, y no hay necesidad de una gran altura para ello. Aprendió a observar, a verlos, la gente que caía.  Quizá alguna vez la observó a ella, a su madre, en su caída, June se la imaginaba planeando suavemente, aunque deseaba que hubiera estallado en mil pedazos al rozar el suelo y hubiera una parte minúscula y rota de ella en cada esquina.

I.

Su madre le había puesto May, pero ella decidió ser June, después de todo una persona que te abandona el tercer año de vida en la puerta de una clínica de adopción no debería tener voto en su vida. June era la protesta pacífica, o más bien de no-violencia, hacía una vida no escogida, ni deseada. Hacia esos días que duran tres cuartas partes de lo que deberían y la luna creciente mengua tus pensamientos.  Beatrice Hall fue, y sería siempre, la persona que se había preocupado de procurarle un hogar, de rescatarla de las lágrimas de media noche y de protegerla de la envolvente tristeza. June jamás acepto llamarse Hall. siempre sería June Candice, el legado de una tragedia anónima. Sus recuerdos en casa de los Hall serían siempre canciones de cuna en su memoria, cuentos y leyendas, que ella recogería e inventaría, siempre vivió protegida por su armadura de papel y boli.
Su hermano le preguntaba, con la inocencia que solo se les permite a los niños felices, porqué le gustaba tanto escribir, o porqué era tan buena haciéndolo.
-Soy muy buena mentirosa.